Desde hace unos 90.000 años el homo sapiens dispone de una mecánica que le permite unos patrones básicos de movimiento; empujar, traccionar, desplazarse, saltar y lanzar. En las actividades físicas deportivas vemos reflejados esta motricidad; en el tenis se golpea, en judo se tracciona, en basket se salta… e incluso en la vida cotidiana existen; transportamos cargas, nos desplazamos, subimos escaleras… y yo me pregunto ¿Qué hemos estado haciendo en las salas de fitness durante décadas? Ejercicios analíticos donde se han modificado los vectores de fuerza y con recorridos con poca transferencia hacia la mecánica humana de la vida cotidiana y deportiva.

Ahora vivimos inmersos en la tendencia del Functional Training, en entrenar movimientos y no músculos, entrenar la función y no la forma, pero… ¿están las salas de fitness preparadas para desarrollar este tipo de orientación en el entrenamiento de los clientes? Yo creo que aun falta mucho.

Veo centros donde el espacio funcional es un rincón de paredes de pladur con un bosu, una plataforma vibratoria y unas kettlebells de plástico. La intención es buena pero no suficiente. A veces pienso que si alguien desea hacer un entrenamiento funcional debería salir del gimnasio, un espacio al aire libre nos puede ofrecer más posibilidades para la mayoría de los objetivos que una sala de fitness.

Hace unos días leía una entrada de Alex Ventura en su blog donde hablaba del error de comenzar la casa por el tejado aludiendo a cómo se comete el error de aplicar movimientos funcionales exigentes sin disponer de las bases mínimas sobre las que poder apoyar estas adaptaciones. Pues algo así es lo que sucede en los centros deportivos que quieren subirse al tren del nuevo entrenamiento funcional, proponen zonas funcionales sin posibilidades de desarrollo con una verdadera orientación funcional. Si contamos con instructores ya formados y con las ideas claras, los centros deben proporcionar autenticas herramientas de trabajo y no solo una adaptación para cumplir.

Una zona funcional debe como mínimo disponer de paredes sólidas para golpear y apoyarse, pavimentos que permitan manejar pesos libres, altura suficiente para lanzar, posibilidad de trabajar en suspensión, material de peso libre y sobre todo… espacio. Un espacio diáfano y un equipo de instructores con recursos es la mayor garantía para conseguir posibilidades de trabajo funcional.